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sábado, 28 de diciembre de 2013

LA DEGOLLACIÓN DE LOS INOCENTES

El día 28 de diciembre se conmemora en el orbe católico el sangriento episodio de la degollación o matanza de los inocentes. La autoría intelectual de semejante atrocidad se atribuye a Herodes, quien según la tradición, ordenó exterminar a todos los infantes menores de dos años de Belén y sus alrededores. Causantes involuntarios de la masacre habrían sido los reyes magos, que unos días antes, con cierta ligereza, revelaron al tetrarca judío el propósito de su viaje.
El episodio sólo aparece en uno de los evangelios canónicos, el de Mateo. Al parecer también se menciona en uno de los libros apócrifos, el evangelio armenio. Señala Mateo que con la matanza se cumplió la profecía de Jeremías. Por lo demás, no aparece en Flavio Josefo ni en ninguna otra de las fuentes históricas fiables, por lo que para muchos queda en entredicho su autenticidad.

Daniele da Volterra. La masacre de los inocentes. 1557

Desde el Medievo hay documentadas en todo el mundo cristiano, fiestas relacionadas con la matanza de inocentes, que se resuelven en bromas y otras manifestaciones lúdicas. En España e Hispanoamérica se celebran el mismo 28 de diciembre. En los países anglosajones tiene lugar una fiesta parecida el 1 de abril, con el nombre de fools day (día de los tontos), y en Francia el primer día del año se honraba al asno que cabalgó Jesús el domingo de ramos. Tales festividades jocosas parecen tener un origen común en las saturnales romanas, un carnaval solsticial que celebraba la llegada del invierno con actos burlescos en los que todo estaba permitido. A nadie debe sorprender semejante origen, si consideramos que buena parte del cristianismo se sustenta y hereda los usos paganos anteriores, ya que fue esta astuta adaptación, la fórmula elegida para introducir la religión de Cristo en el ámbito de la romanidad.

Volviendo al suceso original de la degollación de los inocentes, digamos que ha sido objeto de multitud de representaciones artísticas, tanto en la pintura como en la imagenería religiosa. Es tema muy popular durante la edad media y buena parte de la moderna hasta el siglo XVII, a partir del cual desaparece súbita y misteriosamente de las representaciones pictóricas y escultóricas. Es muy habitual plasmar junto a la matanza de niños, al rey Herodes en su trono contemplando el espectáculo. En las tablas góticas, flamencas o meridionales, también suele representarse la huída a Egipto en uno de los laterales o en segundo plano.
Las representaciones pictóricas suelen ser extremadamente realistas. Los detalles más macabros de la degollina los encontramos quizá durante el gótico, época particularmente proclive a tales excesos. En el renacimiento destaca el fresco titulado strage degli inoccenti, pintado en 1485, que se encuentra en la capilla Tornabuoni de la basílica florentina de Santa María Novella, y es obra del taller de Domenico Ghirlandaio.
Hoy os presento acaso una de las menos conocidas de las que se dedicaron al tema. Se trata de La masacre de los inocentes, que data de 1557 y es obra de Daniele da Volterra, pintor y escultor manierista, y discípulo predilecto de Miguel Ángel. Fiel imitador de su maestro, Volterra dominaba como él la anatomía y el dibujo de la figura humana. Destacó también por el acertado uso del claroscuro y por la mal disimulada sensualidad que supo imprimir a sus composiciones, y que le acarreó no pocos enemigos entre la jerarquía eclesiástica. A la muerte de Miguel Ángel, Pablo III encargó a Volterra que ejerciera de censor, cubriendo con distintos artificios las desnudeces de los personajes representados en El juicio final de la capella sistina. Afortunadamente Daniele da Volterra murió antes de concluir su poco grata misión. No obstante, pintó suficientes taparrabos como para merecer el despectivo apodo de il Braghettone, que le impuso el pueblo romano.
Tal vez por este motivo Volterra ha pasado a la historia del arte en un inmerecido segundo plano, que la crítica moderna está revisando en los últimos años, para colocar a este artista en el lugar de privilegio a que se ha hecho acreedor por la importancia de su obra y su trayectoria artística. Vaya también desde aquí mi modesto homenaje al denostado Braghettone, que no tuvo más remedio que hacer lo que en definitiva terminamos haciendo todos: trabajar para sobrevivir.


Trabaja como si no necesitaras el salario. Ama como si nunca te hubieran abandonado. Baila como si nadie te estuviera mirando…

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