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lunes, 6 de enero de 2014

HIPERTENSIÓN Y BRICOLAJE. HÁGASELO USTED MISMO

Si ya tienes una edad provecta, quizá los reyes magos te hayan obsequiado una de esas maquinitas para tomar la tensión. Recientemente se ha popularizado entre quienes padecen hipertensión arterial el uso de tensiómetros digitales fáciles de manejar. Es más, he observado que en ocasiones estos aparatos figuran en los botiquines domésticos de personas que ni siquiera son hipertensas. En principio parece una medida preventiva muy recomendable. No obstante, un uso indiscriminado de los tensiómetros, lejos de ser aconsejable, puede fomentar cierta tendencia a la hipocondría y traer como consecuencia alarmas innecesarias. Al objeto de aclarar algunos conceptos básicos, e ilustrar sobre la buena praxis en la medida de la presión arterial, Bigotini os ofrece unos consejos y recomendaciones elementales.

Para empezar, conviene elegir bien el aparato. No son demasiado fiables los que toman la presión en los dedos. Lo aconsejable es utilizar tensiómetros de manguito que rodee el brazo. También es importante que el manguito tenga un tamaño adecuado al perímetro del brazo. Los manguitos demasiado pequeños arrojan cifras tensionales anormalmente elevadas, mientras que los excesivamente grandes, tienden a dar cifras más bajas. Lo ideal es adquirir un manguito de la medida adecuada. En caso de modelos baratos que no ofrezcan esta posibilidad, es preferible elegir un manguito grande, cuyo error es algo menor que el pequeño, y además servirá para tomar la tensión al resto de la familia, a los amigos, al vecindario y al Orfeón donostiarra. No olvides que hay que calibrar el aparato al menos una vez al año. No compres el tensiómetro en un establecimiento que no te ofrezca esta posibilidad.


Comprueba tras las primeras tomas cuál es el brazo donde las cifras son más elevadas (siempre existe una ligera diferencia entre ambos), y elige ese brazo siempre para seguir los controles. Verás que en la pantalla digital aparecen tres cifras en cada toma. La primera es la presión arterial sistólica, PAS o PS, que corresponde a la sístole o impulso mediante el cual el corazón expulsa la sangre hacia el resto del cuerpo. La segunda cifra es la presión arterial diastólica, PAD o PD, que corresponde a la diástole en la que el corazón se relaja, disponiéndose a llenarse de sangre nuevamente. Estas tensiones sistólica y diastólica suelen expresarse abreviadamente con una barra entre ambas, por ejemplo: 130/75. La tercera y última cifra expresa la frecuencia cardiaca (FC), es decir, el número de latidos del corazón por minuto.


Ahora que ya tienes claro qué es lo que pretendemos medir, veamos cuándo conviene hacerlo. Lo principal es que la persona se encuentre tranquila y relajada. Hay que elegir un lugar cómodo y agradable, y descansar cinco o diez minutos antes de efectuar la medición. No conviene tomar la tensión después de las comidas ni tras haber realizado algún esfuerzo. Si has bebido alcohol, fumado o tomado café, debes dejar transcurrir al menos una hora antes de la medición. Los mejores momentos pueden ser al levantarse y un poco antes de la cena. También se recomienda tener la vejiga vacía. Hay que orinar antes de tomarse la tensión.

Sabido qué y cuándo, nos ocuparemos de cómo hay que tomar la tensión. Siéntate en una silla o sillón cómodo, reclina la espalda y no cruces las piernas. Coloca el brazo extendido a la altura del corazón, y apóyalo sobre la mesa o en el brazo del sillón. Es aconsejable realizar tres tomas seguidas con un intervalo de unos tres o cuatro minutos. La primera se desestimará (siempre suele ser la más elevada). Se tendrán en cuenta la segunda y la tercera, y se dará por válida la más baja de ellas, o bien se calculará la media aritmética de ambas. Anota cuidadosamente las medidas, sin olvidar consignar la fecha y la hora, y llévalas a la consulta periódica del médico o de la enfermera.

Si con la medicación que te han prescrito mantienes unas cifras tensionales razonablemente controladas, es decir, sin llegar a 160/90, continua tomando esa medicación tranquilamente. Si las cifras están por debajo de esos límites, son normales o incluso bajas, no por ello abandones la medicación. Será tu médico quien te indicará cuándo debes hacerlo. Por el contrario, si las cifras superan la barrera de 160/90, solicita consulta con él, y mientras tanto sigue con la medicación prescrita. Sólo debes plantear acudir a un servicio de urgencias cuando la tensión arterial se sitúe reiteradamente por encima de 180/100, sobre todo si la medición elevada se acompaña de cefalea intensa, visión doble o borrosa, mareo, náuseas, confusión o malestar generalizado.


Muy bien, ya está. ¿Y ahora qué? Pues ahora lo más importante es que no conviertas la medida de la tensión arterial en una especie de obsesión que no conduce a nada bueno. De nada sirve tomar la tensión cuando te encuentres mal, acabes de tener un disgusto o tengas los nervios a flor de piel. En esos casos seguramente estará anormalmente elevada, y quizá la medición no sea significativa. En definitiva, si el dichoso aparato va a servir como constante causa de preocupación y alarma, lo mejor es que lo vuelvas a meter en su caja, le pongas un lazo y lo regales a tu cuñada por su cumpleaños. Puede que ella le de mejor uso. Tu sigue acudiendo como siempre cada dos semanas a la consulta, toma la medicación que te ha prescrito tu médico, y déjate de aparatos.

La salud no es más que un estado transitorio entre dos periodos de enfermedad, y además, no presagia nada bueno. Winston Churchill.


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