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miércoles, 28 de mayo de 2014

Y LLEGÓ LA PALABRA. EL SONIDO EN EL CINE



Es una verdadera lástima que la primera película sonora de la Historia del cine no fuera una de esas grandes películas que marcan época, que todo el mundo recuerda, y que aparecen sistemáticamente en las listas de las películas preferidas por crítica o público. No, tristemente El cantor de jazz fue una producción apresurada, concebida casi con urgencia y realizada en pocas semanas con el único objetivo de aplicar en su ejecución la nueva técnica de sonorización recién aparecida. Tampoco es una película sonora en todo su metraje, sino exclusivamente en determinadas escenas musicales.
La cinta tiene su famoso de turno, Al Jolson, un cantante de vodevil inclinado al disfraz, que gozaba de cierta popularidad; tiene sus numeritos musicales no demasiado brillantes, pero agradables, eso si, y poco más... Nada que ver con los grandes musicales que se produjeron ya en la década de los treinta. Nada que ver con las elegantes comedias con diálogos cargados de chispa e ironía que se produjeron poco después. El cantor no tiene nada que ver con todo eso, y sin embargo, posee el innegable mérito de la novedad. Del mismo modo que los parisinos de fines del diecinueve no pudieron reprimir sus gritos de asombro al contemplar en la pantalla una silenciosa locomotora moviéndose, los americanos de 1927 quedaron atónitos al escuchar las voces de los actores, la música de la orquesta y los trinos de Jolson. Pinchad en la carátula y deleitaros (o decepcionaros) también vosotros con esta vieja reliquia.

Próxima entrega: ¡Música, maestro!

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