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martes, 21 de octubre de 2014

AL-JUARISMI Y LA REVOLUCIÓN NUMÉRICA

Abu Abdallah Muhammad ibn Musa al-Jwarizimi Abu Yaffar es el nombre completo del que conocemos habitualmente como Al-Juarismi o Khwarizmi, erudito y matemático (sobre todo matemático) persa que vivió entre los siglos VIII y IX (780 a 850 aproximadamente). Aunque algún biógrafo le supone nacido en la ciudad corasmia de Jiva, en el actual Uzbekistán, la mayoría de estudiosos se inclinan por señalar a Bagdad como su cuna, ciudad donde residió la mayor parte de su vida. El califa abásida al-Mamun, hijo del mítico Harún al-Rashid, instituyó en Bagdad la célebre Casa de la Sabiduría, principal foco de la ciencia islámica, que se ha comparado por su importancia con la Biblioteca de Alejandría o la Escuela de Traductores de Toledo. A este centro acudieron artistas, escritores y científicos de diferentes lenguas y naciones. Y en aquel ambiente multicultural de intercambio de ideas, se educó y trabajó nuestro hombre.

Su obra principal, Hisab al-yabr wa’l muqabala, y su propio nombre, Al-Juarismi, han dado lugar a tres términos que hoy día usamos comúnmente: álgebra, guarismo y algoritmo, incluso al varios siglos posterior de logaritmo. Su monumental tratado de álgebra, traducido por Gerardo de Cremona al latín, se utilizó como libro de texto en las universidades europeas hasta bien entrado el siglo XVI. Contiene entre otros importantes hallazgos, las ecuaciones lineales y cuadráticas, la caracterización de los números naturales, la radicación o la potenciación. Pero acaso la mayor contribución de Al-Juarismi y sus posteriores divulgadores a la ciencia occidental, fue la introducción de la numeración arábiga, que sustituyó poco a poco a la más antigua y escasamente práctica numeración romana. Todo indica que la puerta de entrada europea de la numeración arábiga fue precisamente nuestra Al-Andalus. Y el vehículo más probable para tal introducción fue el tratado de aritmética de Al-Juarismi, Kitab al-Yamaa wa al-Tafriq bi Hisab al-Hind, que en nuestro suelo se tradujo como Libro de la suma y de la resta según el cálculo indio. Una obra cuyo original desgraciadamente se perdió, y de la que únicamente se conserva una versión latina del siglo XII.


También se deben a Al-Juarismi un tratado de astronomía, otro de geografía, y escritos sobre temas tan dispares como el astrolabio, los relojes solares o el calendario judío. El conjunto de su obra se reprodujo hasta la saciedad y fue objeto de múltiples comentarios a lo largo de los periodos medieval y renacentista. Vaya desde aquí nuestro modesto homenaje a este gigante de la ciencia, figura que honra y prestigia con su obra inmortal a su nación y a su credo. Hombres como Al-Juarismi han hecho grande al Islam. Tomen ejemplo todos esos ridículos barbudos maltratadores de niñas. Con un fusil en las manos se creen hombres, cuando, como dijo cierto poeta andalusí,  no son sino inmundos puercos, hijos de una perra y un mandril.

Me gustaría que sólo por una vez alguien me llamara “señor”, sin añadir “está usted montando una escena”. Homer Simpson.



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