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martes, 3 de febrero de 2015

ANN SHERIDAN Y SU ESTRELLA FUGAZ



Hay bellezas que no pasan de moda. Sin embargo, hay otras que hoy se nos antojan decididamente antiguas. Probablemente este es el caso de Ann Sheridan. Mirándola casi ochenta años después, resulta difícil creer que aquella pelirroja aficionada a los peinados extravagantes llegara a ser uno de los mayores sex symbols de América. Pero lo cierto es que así fue. Desde que firmó con la Warner, Sheridan se hizo imprescindible en cualquier calendario de pin-ups de aquellos que tan en boga estuvieron en los treinta y los cuarenta.
Tenía la mirada lánguida y, por decirlo sin rodeos, unas  largas piernas y una buena delantera. Tres razones suficientes para conseguir buenos papeles en películas de éxito. Ann Sheridan compartió cabecera de cartel con figuras tan destacadas como Humphrey Bogart, James Cagney, Errol Flynn, Cary Grant o Bette Davis. Todos los críticos parecían coincidir en que no era lo que se dice una gran actriz, pero lo cierto es que al público le gustaba, y como los gustos del público se reflejaban en las taquillas, Ann se convirtió en una de las favoritas de los productores.
A medida que cumplía años, iba mejorando su capacidad interpretativa, hasta el punto de que en La novia era él (1949), que fue uno de sus últimos trabajos, por momentos llegó a eclipsar al mismo Cary Grant. Pero lamentablemente, a la vez su físico iba empeorando, y no supo, o quizá no le ayudaron a dar ese salto generacional que dieron otras actrices. El caso es que en los cincuenta la luz de Ann Sheridan se eclipsó hasta la total extinción. Haced clic en la ilustración para visionar un breve montaje fotográfico, homenaje a esta estrella tan rutilante como fugaz.



Próxima entrega: Claire Trevor


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