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viernes, 10 de abril de 2015

PRIMATES. UN COMIENZO NADA PROMETEDOR

Todos los lémures, los monos, los grandes simios y por supuesto, los humanos actuales o extinguidos, descendemos de un único y remoto antepasado común que inauguró el orden de los primates.
Los primates son (somos) un grupo de mamíferos muy antiguo, probablemente tanto como los marsupiales, y sólo superados por los monotremas, que glosamos en nuestra anterior entrega sobre evolución. Los primates surgieron al final del Cretácico, hace unos 70 millones de años. Aquellos antiguos antepasados convivieron pues con los dinosaurios, y sobrevivieron de forma milagrosa al cataclismo que acabó con ellos, sea cual fuere su naturaleza.

Eran criaturas pequeñas con aspecto similar al de las actuales musarañas. Sus hábitos eran nocturnos y probablemente arborícolas. Seres insignificantes y a simple vista, poco prometedores desde el punto de vista genético. Sin embargo ya poseían algunas características y potencialidades que habrían de conducir a sus descendientes a conquistar otros hábitats y a experimentar un crecimiento insólito, y esperemos que no tan efímero como algunas de nuestras autodestructivas inclinaciones hacen temer. Adaptaciones como la visión binocular, esencial para calcular las distancias en los movimientos de rama en rama, como los cinco dedos prensiles al final de cada extremidad, o como un índice de encefalización relativamente elevado, con toda probabilidad estarían ya presentes en ellos, y han resultado una valiosa herencia.


El más antiguo de los primates de que hasta la fecha se tiene noticia y se posee algún resto fósil, fue bautizado por los paleontólogos con el muy expresivo nombre de Purgatorius, que evoca una vida plagada de asechanzas, así como un tránsito intermedio entre aquel infierno cretácico y reptiliano, y el boscoso paraíso que permitió medrar a sus descendientes. Es muy poco lo que conocemos a ciencia cierta de este diminuto Purgatorius. De hecho se limita a lo que puede deducirse de un único molar hallado entre unas rocas de fines del Cretácico en la región de Montana. Es muy similar a los molares del lémur moderno. Dentaduras mucho más completas pertenecientes a criaturas similares de comienzos del Paleoceno, indican la posibilidad de una alimentación omnívora, si bien predominantemente basada en la ingestión de insectos, a juzgar por su pequeño tamaño, que en ningún caso superaría los 10 centímetros de longitud y los 20 gramos de peso.


En las ilustraciones ofrecemos un abanico de las distintas interpretaciones que a partir de estos escasos datos, han realizado los artistas y paleontólogos que recrean a las criaturas extinguidas. El profe Bigotini, cuando se encoge replegado sobre sí mismo en los meses invernales, no da la impresión de ser mucho mayor que Purgatorius. Eso unido a su proverbial timidez y sus retraídas costumbres, acaban por hacerle del todo semejante a aquel pequeño y gran ancestro.


El sexo es un buen comienzo para cualquier relación, y dista mucho de ser un mal final.



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