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jueves, 7 de mayo de 2015

LAS IZQUIERDAS Y LA DERECHA. ALGO MÁS QUE SIMPLE GRAMÁTICA

Isidre Nonell. A la fábrica
¿Recordáis las hilarantes escenas de La vida de Brian en las que discutían y se escindían las diferentes facciones izquierdistas de Palestina? En nuestra Historia ha ocurrido algo inquietantemente similar. La España de final del XIX y los primeros años del siglo XX vio nacer un incipiente movimiento obrero. En una primera fase podría calificarse de presindical. En la izquierda política española de entonces y hasta en el mismo movimiento obrero, a diferencia de lo que ocurría en otros países, primaba todavía lo político, lo ideológico, sobre el asociacionismo o la práctica sindical.
Esta primera fase presindical se caracterizó por una especie de societarismo de resistencia. Fue larga porque correspondía aun a unas relaciones laborales espontáneas, individuales y todavía no regladas a nivel nacional, sino únicamente local en el mejor de los casos.

Darío de Regoyos. Huelga en Béjar 1900
La mayoría de las veces era el acuerdo individual el que marcaba el único código de trabajo. Un acuerdo de una fragilidad extrema que, no existiendo órganos de conciliación o mediación, podía romperse y se rompía con una gran facilidad, provocando el conflicto. El mercado de trabajo tenía poca o ninguna movilidad, pero sufría bruscas oscilaciones de la oferta y la demanda, lo que contribuía a crear las condiciones idóneas para que entre empresarios y trabajadores, y aun (y esto es lo más grave) entre los propios trabajadores, fuera mayor la tendencia al conflicto que al pacto. Entre patronos, obreros y poderes públicos, se extendió la creencia fundamentada de que las relaciones laborales eran y debían ser siempre esencialmente conflictivas.

En este escenario fueron frecuentes las agitaciones que cíclicamente experimentaba el campo andaluz, las revueltas mineras en Asturias y Vizcaya (1900-1910), o la asombrosa virulencia de las huelgas generales de ciudades industriales como Bilbao, Gijón y sobre todo Barcelona. Fue precisamente en esta última donde, a partir de la huelga general de 1902, se estableció la correlación de fuerzas que habría de perdurar hasta la contienda del 36, fundamentalmente representada por el sindicalismo militante de la CNT, los socialistas, los republicanos, y la Lliga como representante de los intereses patronales de la industria y el comercio. Germen del catalanismo que como cualquier nacionalismo (no nos engañemos) es por definición derechista y hasta ultraconservador.

Griebel. La huelga

Julio Romero de Torres. Conciencia tranquila
La huelga de Asturias de 1906 tuvo enormes repercusiones en la política laboral y social que adoptaron los gobiernos de la época ya fueran conservadores o liberales. La reforma de Eduardo Dato incluyó la protección de mujeres y menores, el descanso dominical y unas tímidas normas sobre accidentes de trabajo. Pero no todo fue política social proteccionista. De hecho, la mayor repercusión de los grandes conflictos mencionados, se tradujo en el endurecimiento de las leyes de orden público. Represión en la que estuvo de acuerdo de forma unánime y diríamos que hasta monolítica, toda la derecha. Si la derecha, así en singular, porque derecha en España ha habido y sigue habiendo una que en consecuencia, actúa coordinada y solidariamente.

Otra cosa es la izquierda, las izquierdas. Desde su mismo nacimiento, el movimiento sindical estuvo polarizado en torno a dos grandes influencias: socialismo y anarquismo. Desde el primer momento, los sindicatos llevaron su acción más allá del terreno de las meras relaciones laborales. Se adentraron en la esfera de lo político y lo ideológico. El sindicalismo, especialmente siempre que adoptó tácticas de acción directa (la CNT lo hizo a menudo), encontraba en los poderes públicos la prevención que suscitaban los movimientos internacionalistas. Más represión y más conflicto. Tras la Semana Trágica de 1909, que fue un conflicto eminentemente político, el pragmatismo condujo a los socialistas a abrirse a una eventual colaboración con las fuerzas burguesas representadas por los republicanos. Este acercamiento resultó decisivo para la radicalización de los movimientos anarquistas y anarcosindicalistas, y a que se acelerara la fundación y organización de la CNT como alternativa política con una finalidad inequivocamente revolucionaria.

Ramón Casas. Barcelona 1902

El clima prebélico que se gestó durante casi tres décadas y desembocó en la contienda civil del 36, estaba servido. Pero esa es ya otra historia que la necesaria brevedad de estos artículos nos impide abordar. Quede aquí de momento la sencilla idea que adelantábamos en el título: las izquierdas (en plural) y la derecha monolítica. Ya quedó claro desde la misma guerra y desde las experiencias fallidas de otras latitudes, que el estalinismo tampoco es la solución al problema. Tomen buena nota los izquierdistas neomilenarios que componen la variopinta pléyade del podemos, el ganemos o el ya veremos...

Chico: Un coche y un chofer cuestan demasiado, así que he vendido mi coche.
Groucho: ¡Qué tontería! Yo en su lugar, habría vendido el chofer y me habría quedado con el coche.
Chico: No puede ser. Necesito el chofer para que me lleve al trabajo por la mañana.
Groucho: Pero ¿cómo va a llevarle, si no tiene coche?

Chico: No necesita llevarme, no tengo trabajo…


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