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martes, 8 de diciembre de 2015

BRATISLAVA. SOMBRAS EN EL DANUBIO

Bratislava, la vieja Presburgo del rancio Imperio Austrohúngaro, comenzó dos siglos antes de nuestra era siendo un modesto asentamiento de la tribu celta de los boios, que con el tiempo se rodeó de una muralla al modo de los castros célticos que conocemos en el occidente europeo. Sus muros no fueron lo bastante fuertes para impedir la colonización romana, y más tarde la de eslavos (siglo V) y húngaros (siglo X). Resistió no obstante, el avance otomano en el XVI, convirtiéndose en capital imperial en 1536, bajo el dominio omnímodo de la casa de Habsburgo. A partir de entonces la vieja e imperial Presburgo fue agrandando su fama y alargando su sombra sobre las tranquilas aguas del Danubio, padre fluvial y fecundo generador de vida del oriente europeo.

La nueva Bratislava, de casi medio millón de habitantes, flamante capital de la Eslovaquia moderna, conoció su mayor esplendor en el XVIII, el asombroso siglo de las luces, bajo el reinado de María Teresa de Austria. Mientras el turista o el viajero toma una cerveza en la apacible (a pesar de su nombre) plaza de Armas, escuchará de labios de algún nativo las truculentas historias de aquella soberana desmesurada a quien se atribuye una ninfomanía insaciable. Cuentan que María Teresa hizo instalar un tobogán en cuyo remate se situaba la emperatriz, para ser penetrada por su caballo, un semental magnífico por el que sentía una pasión enfermiza. Tras la apacible cerveza y la animada conversación, un paseo sin prisas por el dédalo de callejas de la ciudad vieja, reconciliará al fatigado viajero con las reinas, los caballos y con la humanidad entera. Es obligada la visita al imponente castillo, que aunque fue reconstruido tras el incendio del XIX, conserva su esencia de fortaleza medieval inexpugnable.


Son también notables el ayuntamiento y la catedral, y sobre todo el encantador conjunto urbano de su centro, que hace de Bratislava una de las ciudades europeas más agradables para recorrer a pie, deteniéndose en sus sorprendentes estatuas callejeras, en sus comercios y sus cervecerías. En materia musical, Bratislava es una especie de continuación de Viena, de la que dista tan solo sesenta kilómetros. Sus célebres festivales y su programación clásica fascinarán al visitante melómano. En cuanto a la gastronomía, su condición de ciudad interior hace que el pescado brille por su ausencia. La cocina eslovaca es fuerte y hasta un poco tosca: carnes, col cocida (kapusta), quesos y lácteos (tengan cuidado los intolerantes) y patatas, patatas abundantes, predominantes y omnipresentes en cualquier plato de cuchara, de tenedor, y hasta en muchos postres.


Bigotini recomienda especialmente el bryndzové halusky, un plato de patatas con queso de oveja y panceta churruscada, que está francamente bueno si el comensal no es demasiado remilgado. Para los más delicados la mejor elección será siempre una sopa, plato del que existen infinitas variantes todas ellas sabrosas y nutritivas. La cerveza, deliciosa en cualquiera de sus variedades, es en Eslovaquia (como en Chequia) la bebida nacional. Los naturales del país, alegres por naturaleza, no la consideran una bebida alcohólica, así que achacan sus risas incontrolables, sus cánticos extemporáneos y sus ocasionales pérdidas de la verticalidad, a meros accidentes o a causas misteriosas.


La Bratislava moderna agradará a los visitantes más jóvenes y decididos a experimentar emociones fuertes. Desde el encantador hotel Spirit, templo oficioso de la postmodernidad de imposible arquitectura, hasta los numerosos pubs, bares y discobares donde bulle la vida nocturna bratislaviana, el joven atolondrado podrá dar rienda suelta a sus fantasías orgiásticas más descabelladas. Como sucede en otras ciudades del Este, las mafias rusas dominan en Bratislava la prostitución, la droga y el mundo de la noche en general. Las muchachas eslovacas se cuentan entre las más hermosas del mundo. Han triunfado muchas veces en concursos internacionales de belleza. Una legión de chicas bellísimas y estratégicamente desvestidas puebla los locales de copas y también los burdeles. El profe Bigotini, cuya edad provecta y firmes convicciones le hacen más aficionado a la inocente contemplación, que a la participación activa, se contenta con admirar a las esbeltas jóvenes durante sus paseos en una mañana soleada. La vieja Presburgo, la imperial Bratislava, la moderna capital eslovaca, quedan atrás. Silba el tren, y ruge su poderosa máquina camino de Viena, su próximo destino, y el vuestro, si así lo queréis.


Resulta muy sospechoso que los certámenes de miss universo los ganen siempre muchachas terrícolas.



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