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viernes, 12 de febrero de 2016

JOHANNES GUTENBERG, EL ORFEBRE QUE CAMBIÓ LA HISTORIA


Es indudable que cualquier avance tecnológico resulta positivo, pero lo cierto es que hay algunos que además son claves para el desarrollo de la humanidad: el dominio del fuego, la cerámica, la rueda, la escritura… Entre estos hallazgos capaces de cambiar el curso de la historia, debe situarse sin duda la invención de la imprenta. La posibilidad de reproducir textos sin la molestia y la enorme dificultad de la paciente copia de los amanuenses, hizo que en pocas décadas el libro dejara de ser un artículo de lujo reservado a una reducida elite, para convertirse en un bien asequible a capas de la población crecientemente más amplias. La cultura y las ciencias experimentaron con la imprenta un desarrollo exponencial. El progreso dio un paso de gigante.

Aunque parece existir algún remoto antecedente en tierras orientales (más cercano a la xilografía que a la imprenta propiamente dicha), la invención de la imprenta tal como la conocemos en occidente, se debe a Johannes Gutenberg, un alemán nacido en Maguncia en 1398. Adoptó el apellido Gutenberg del topónimo por el que se conocía el caserío en que nació (zum Gutenberg), ya que su apellido original (Gensfleisch, que significa carne de ganso) le resultaba un poco vergonzante. Johannes estudió en la Universidad de Erfurt, pero tuvo que ganarse la vida con sus manos, y pronto destacó como herrero y orfebre. En 1434 se estableció como platero en Estrasburgo, donde existen indicios de que ya intentó poner en marcha su original idea. Sin embargo, fue años más tarde en su Maguncia natal, donde obtuvo un préstamo para construir su prensa. En 1449 publicó el primer volumen tipográfico de la Historia: el Misal de Constanza, aunque recientes investigaciones parecen ponerlo en duda.


Lo que resulta seguro es la edición de su célebre Biblia de 42 líneas, más conocida como Biblia de Gutenberg, que se produjo entre 1452 y 1455, sin que pudiera ser publicada hasta 1456. Desgraciadamente Gutenberg, incapaz de hacer frente a las enormes deudas generadas por los préstamos a los que tuvo que recurrir, quedó completamente arruinado. También su salud se resintió notablemente, y finalmente falleció en 1468, pobre y solo, como tantos otros grandes hombres. Se quedaron con su imprenta el banquero Johann Fust y Peter Schöffer, el yerno del inventor, que en los años sucesivos editaron otras obras como El Psalmorum Codex o Salterio.

Los ejemplares impresos en esta primera época con la técnica original de Gutenberg, se conocen como incunables, si bien el término se suele hacer extensivo prácticamente a todas las publicaciones datadas en el siglo XV. Se atribuyen también a nuestro hombre obras como una Gramática Latina, un Calendario y el Catholicon. En las décadas que siguieron a la obra de Gutenberg fueron diversificándose y perfeccionándose tanto los tipos móviles, como la misma maquinaria de las prensas, por lo que la técnica impresora se desarrolló de una forma espectacular.


La invención de la imprenta fue sin duda un avance crucial. No solo por el incremento de las publicaciones, sino también por la garantía de fidelidad al original que proporciona esta técnica. Téngase en cuenta que, contra lo que suele suponerse, muchos de los monjes copistas no sabían leer. Se limitaban a reproducir los caracteres de una forma mecánica, lo que resultaba muy conveniente para mantener oculta determinada información relativa a teología o a sexo, por ejemplo. Por otra parte, los copistas que si sabían leer, incurrían a menudo en alteraciones interesadas de los textos. Alguna institución cultural ha señalado a Johannes Gutenberg como el hombre más influyente del milenio pasado. Desde el blog de Bigotini nos sumamos y aplaudimos la iniciativa.

No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde.



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