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lunes, 30 de mayo de 2016

FRANCISCO DE ASÍS Y LA MÍSTICA DE LA NATURALEZA


Pietro Bernardone, un rico comerciante en telas de Asis, y Pica de Bourlemont, su esposa provenzal, tuvieron en 1181 un hijo varón al que llamaron Giovanni. Pietro adoraba Francia. Además de estar casado con una francesa, viajaba constantemente a ese país. Quizá por eso prefería llamar a su hijo Francesco, el francesito. Siendo ya adulto, todos sus conciudadanos lo conocían como Francesco d'Assisi. Nadie imaginaba entonces que se convertiría en una de las más importantes figuras del cristianismo.
La transición entre los siglos XII y XIII fue una época apasionante que dio lugar a importantes cambios sociales, culturales, políticos y religiosos en Europa. Se produjo un notable incremento comercial y demográfico, las ciudades cobraron protagonismo y peso político. En el terreno religioso, florecieron las Cruzadas, surgieron por doquier nuevas órdenes y reglas. Innumerables intrigas y movimientos estratégicos se sucedieron entre los príncipes y la jerarquía eclesiástica. El futuro del mundo se dilucidaba en los palacios, las catedrales y las abadías.


En este convulso escenario, Francisco vivió su particular conversión. Durante una expedición militar a Apulia, luchando contra los germanos bajo el estandarte de Gualterio de Brienne, el joven caballero escuchó una misteriosa voz interior que le urgía regresar a Asis. Lo que vino después forma parte de la Historia eclesiástica y de la Historia general. Francisco el fundador, Francisco el Santo, se hizo famoso en la cristiandad. Pero acaso nos resulta mucho más cercano y amable otro Francisco, el pobrecito de Asis, il poverello d'Assisi, comprometido según sus propias palabras, con la mujer más noble, más rica y mas hermosa: la pobreza.
Es este Francisco comprometido con la pobreza y con la naturaleza, precursor medieval del ecologismo y quién sabe si también del movimiento antisistema, el que hoy nos interesa en Biblioteca Bigotini. De entre los muy escasos escritos que pueden atribuírsele con seguridad, queremos traeros la versión digital de su breve Cántico de las criaturas, llamado también Cantico dell frate sole. Una pieza de un lirismo asombroso y emocionante. Haced clic en la ilustración y deleitaos con la mística esencia que destilan los versos del poverello. El profe Bigotini quiso posar en hábito franciscano para un cuadro inspirado en los clásicos de Zurbarán. Fue rechazado porque su enorme y bigotuda nariz sobresalía tanto de la capucha que lo delataba.

Sólo los más humildes y obedientes están legitimados para tomar el mando.



jueves, 26 de mayo de 2016

HOMO ERECTUS. EL PLANETA DE LOS HOMBRES


Este humano erguido, el llamado Homo erectus, fue sin duda una criatura muy próspera. Floreció desde principios hasta mediados del Pleistoceno, y su hábitat se extendió desde su punto de partida africano (hallazgos en Tanzania, Sudáfrica, Argelia...) hasta Europa (Alemania, España, Francia, Grecia, Hungría...) y Asia (China y Java). Después de evolucionar hace alrededor de 1,6 millones de años, fue testigo (y quién sabe si también responsable) de la extinción de todos los demás homínidos, incluidos Australopithecus afarensis y Australopithecus africanus, sus posibles ancestros, y Homo habilis, su más que probable, seguro antecesor. Este próspero y viajero Homo erectus sobrevivió hasta hace sólo unos 200.000 años. Hace aproximadamente medio millón de años se desplazó desde África, su continente natal, y extendió sus dominios territoriales a la práctica totalidad del Viejo Mundo, al menos a sus regiones tropicales, subtropicales y templadas.


Especímenes como el hombre de Java, el hombre de Pekin, el pequeño hombre de Flores, o nuestro españolísimo Homo antecessor de Atapuerca, no parecen ser otra cosa que subespecies locales de una única y longeva especie, la de Homo erectus, que a lo largo de milenios, y bajo la influencia de diferentes climas y ecosistemas, adoptó ligeras diferencias sin que ninguna de ellas se aleje notablemente de la estructura general de la especie. Se han encontrado restos en tantos sitios, que se le han aplicado infinidad de nombres vulgares y científicos. En la actualidad, y salvo alguna excepción, los paleoantropólogos parecen coincidir en que se trata de una sola especie. En Bigotini nos abonamos a esta general opinión.



Por su aspecto corporal, su postura y la forma de caminar, Homo erectus debió parecerse mucho a los humanos modernos, si bien era ligeramente más bajo. Con entre 950 y 1.200 cc, el volumen del cerebro también se iba aproximando al actual. Consideremos que hoy en día son muchos los seres humanos adultos (alrededor de un 20%) que no superan o están por debajo de esos 1.200 cc cerebrales, siendo sin embargo perfectamente capaces desde el punto de vista intelectual. En Homo erectus las zonas cerebrales que se asocian con el habla estaban ya bien desarrolladas. No obstante, la cabeza presentaba todavía, aunque atenuadas, las crestas sagitales propias de los simios, así como las mandíbulas prominentes, rasgos tanto más acentuados cuanto más antiguos sean los ejemplares fósiles de referencia.


Resulta evidente que Homo erectus vagaba y cazaba en grupos, no desdeñando nunca los hallazgos de carroña. A pesar de su continuo nomadeo, siguiendo a las manadas de herbívoros, también creaba asentamientos. En algún yacimiento del mediodía francés se han hallado pruebas de la existencia de cabañas con paredes de ramas, sujetas con un armazón de varas y apuntaladas con piedras. Los utensilios y ajuares de Homo erectus van haciéndose más complejos y ricos conforme avanzamos en el tiempo. El utillaje incluye lanzas, proyectiles, cuchillas, rascadores y cortadores, en muchos casos de una factura tan práctica como hermosa. Los materiales de los que se han encontrado vestigios son piedra, madera, astas y huesos de animales, no pudiendo descartarse el uso de otros materiales más perecederos, como fibras vegetales.


Pero lo que acaso caracteriza mejor las industrias de Homo erectus es el uso del fuego, un paso de gigante evolutivo del que no podía tenerse seguridad alguna en Homo habilis, la especie anterior, pero que en Homo erectus está ya completamente confirmado. Además de calor y protección, el fuego permitió cocinar los alimentos, un avance nutricional y sanitario formidable que sin duda potenció las expectativas vitales y reproductivas de la especie. En las próximas entregas de este serial evolutivo nos ocuparemos del Homo sapiens neanderthalensis y del Homo sapiens Cro-Magnon, descendientes ambos de nuestro protagonista de hoy. Ahora tengo que dejaros. El profe Bigotini acaba de insertar un ratón de laboratorio en un estilete, y lo está asando en la llama del mechero Bunsen. Me temo que si no lo impedimos, sea capaz de zampárselo.


La mágica danza de las llamas en la hoguera nos transporta a la lejana noche en que brillaban estrellas ya extinguidas.



lunes, 23 de mayo de 2016

ANTOINE DE LAVOISIER Y SU MAGNÍFICA CABEZA


Antoine Laurent de Lavoisier fue un parisino nacido en 1743, cuya contribución a la ciencia, y muy en particular a la química, le ha valido el título indisputado de padre de la química moderna. Estudió Ciencias Naturales y Derecho, y fue elegido miembro de la Academia de Ciencias en 1768. A los 28 años se casó con Marie Anne Pierrette Paulze, la hija de un acaudalado aristócrata, una belleza mítica en la Francia de su tiempo que, además de ser la musa de muchos artistas de la época, compartió con Antoine su pasión por la ciencia. Lavoisier investigaba y madame Lavoisier tomaba notas de forma infatigable y traducía del inglés las obras y escritos científicos que interesaban a los trabajos de su marido.

Lavoisier se dedicó a la fabricación de pólvora, unificó los pesos y medidas, y fue comisario del tesoro desde 1791. Introdujo importantes reformas en los métodos de producción agrícola y en el sistema tributario francés. Podemos considerar a Lavoisier como el iniciador de los sistemas fiscales democráticos, donde se tributa de forma progresiva, según el nivel de ingresos de cada ciudadano. En el laboratorio que dirigían los Lavoisier, el mejor equipado y más moderno de su época, se llevaron a cabo trabajos sobre la combustión. Sus experimentos demostraron de manera práctica la ley de conservación de la materia. También descubrieron la composición del agua. Lavoisier puso de relieve el papel del oxígeno en la respiración de animales y plantas, y se cuidó de forma especial de la estequiometría, pesando cuidadosamente los diferentes productos y reactivos que intervenían en las reacciones químicas, lo que resultó un avance crucial en el desarrollo de la química.


Fijó el concepto de elemento químico, y en colaboración con su colega Laplace, investigó en profundidad el fenómeno respiratorio, midiendo cuidadosamente la cantidad de dióxido de carbono producida en la respiración. Estudió la fermentación alcohólica, descubrió el ácido acético, y en fin, contribuyó al progreso de la química y las ciencias naturales como ningún otro hombre de su generación.


Lamentablemente, ni sus grandes méritos científicos, ni el unánime reconocimiento internacional que recibió por parte de la comunidad científica de su tiempo, sirvieron de nada. Durante el reinado del terror de la Primera República, Lavoisier fue arrestado. Su participación en el cobro de contribuciones fue decisiva para hacerle caer en desgracia. Al pronunciar su sentencia de muerte, el implacable juez apostilló: <<La república no precisa científicos ni químicos.>> Antoine Laurent de Lavoisier fue guillotinado en el mes floreal de 1794, cuando sólo tenía cincuenta años, y acaso hubiera podido dedicar otros veinte a sus investigaciones. Su cabeza, una de las más privilegiadas de la Historia científica, rodó desde la cuchilla al cesto sin que sirvieran de nada las protestas de sus amigos más influyentes, algunos de los cuales corrieron idéntica suerte en las semanas posteriores. Uno de los más ilustres, Joseph Louis Lagrange, exclamó: <<Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar.>> Más de dos siglos después, aun siguen esperando.

Es muy peligroso tener razón cuando los que gobiernan están equivocados. Voltaire.



jueves, 19 de mayo de 2016

AVARIS Y LOS HICSOS. SEMITAS EN EL ANTIGUO EGIPTO


<<En el nomòs saíta (Salitis) fundó una ciudad al oriente del brazo del Nilo de Bubastis, y la llamó Avaris. Reconstruyó y fortificó con murallas este lugar, poniendo allí una guarnición...>> Con estas palabras, Manetón, historiador egipcio de la época tolemaica que cita Flavio Josefo, describe la fundación de Avaris, la capital egipcia de los hicsos.
Pero, ¿quiénes eran los hicsos? La escasez de fuentes que se ocupen de ellos y de este periodo del antiguo Egipto, convierten a estos invasores en uno de los misterios más insondables de la Historia. Manetón llamaba hicsos a los asiáticos que primero fueron penetrando de forma pacífica, y luego invadieron violentamente la región nororiental del delta del Nilo, fundando un estado que se extendió hasta controlar una buena parte del país. Durante el Imperio Medio los egipcios llamaban amu a los pueblos asiáticos, e hikaukhoswet a sus jefes. De este último término, que significa príncipes del desierto, deriva probablemente el nombre griego de hicsos, con el que los conocemos.


Portadores de una cultura de tipo sirio-palestina, los hicsos sintieron con fuerza la fascinación del país ocupado, como lo prueba el que sus líderes se integraron en su civilización, adoptando las costumbres y tradiciones egipcias, y honrando a los dioses locales. Asumieron los títulos oficiales y llegaron a cambiar sus propios nombres semitas por otros de origen egipcio. Durante la XV dinastía, que corresponde a los soberanos hicsos, el arte y la arquitectura imitaron los modelos antiguos. Estos reyes procuraron además integrase por completo por medio incluso de uniones de sangre, como parece probarlo el matrimonio de la princesa Herit, hija del rey Auserre Apopi I, con un príncipe de la dinastía tebana. Pero a pesar de sus intentos de integración, la presencia de estos extranjeros se sintió como una grave fractura en la tradición del país. La propaganda producida durante la guerra que los expulsó, y en los años posteriores, los presentó como gentes bárbaras que habían contaminado el sagrado suelo de Egipto.


Avaris fue ocupada hacia 1720 a.C. La dominación de los hicsos se prolongó hasta 1567 a.C., cuando la ciudad fue reconquistada por los reyes tebanos. Si hemos de creer lo que se cuenta en La lucha entre Apopi y Seqenenre, una crónica novelada conservada fragmentariamente en el papiro Sellier I, el pretexto de la guerra habría sido la petición del rey de Avaris a Seqenenre de Tebas: <<Haz que se deje el lago de los hipopótamos que está a oriente de la Ciudad Meridional (nombre que los hicsos daban a Tebas), porque no permiten que venga a mí el sueño ni de día ni de noche. Su voz llena los oídos de la ciudad.>> Apopi pedía que se renunciara al rito sagrado que garantizaba la salvación de la monarquía egipcia, y que consistía en golpear con un arpón a los hipopótamos del canal de Tebas. El rito ofendía a los soberanos de Avaris, pues el hipopótamo era la personificación de Seth, su dios principal.


El rey tebano Seqenenre encontró la muerte en la batalla, y la victoria final sobre los hicsos, que fueron definitivamente expulsados del país, correspondió a su hermano Amosis. En las ruinas de la vieja ciudad de Avaris, cuyo emplazamiento no ha sido establecido con seguridad hasta 1966, se conserva la inscripción en la tumba de un soldado egipcio que participó en su reconquista: <<Ellos entraron a saco en Avaris; allí yo me quedé como botín un hombre y tres mujeres, en total cuatro cabezas. Su Majestad me las dio como esclavos.>>


Poco se sabe sobre la cultura material, y aun menos sobre la espiritual de los hicsos. Tenemos unos semitas que permanecieron casi dos siglos en suelo egipcio, siendo finalmente expulsados. ¿No recuerda esta historia a la narración bíblica de los israelitas en Egipto y su posterior éxodo? Seqenenre murió en la batalla del mismo modo que el faraón de Moisés murió al intentar atravesar el mar Rojo. El delta del Nilo, región donde se produjeron los hechos reales, estaba surcado por un gran número de canales y cauces de agua. Lo que los cronistas egipcios narran como una gran victoria que terminó con la expulsión de unos invasores extranjeros, y que seguramente está deformada y exagerada, los primeros libros de la biblia y la tradición judía, lo transforman en una liberación. Ya se sabe que cada uno escribe la Historia a su gusto.
¿Y si los hicsos históricos hubieran sido los israelitas bíblicos? El profe Bigotini deja esta pregunta en el aire. No espera respuesta alguna, sencillamente quiere (como siempre en estos modestos artículos) estimular la imaginación y el espíritu crítico de sus lectores. Quien escucha y lee, aprende a pensar por sí mismo, y el pensamiento libre es la antesala del conocimiento y el estandarte de la libertad.

Las grandes victorias se cimientan sobre grandes crímenes.



martes, 17 de mayo de 2016

PAUL MUNI, UN EXTRAÑO EN HOLLYWOOD



Paul Muni, hijo de emigrantes ucranianos, fue uno de los mejores actores teatrales que pisaron los escenarios del neoyorquino distrito de Broadway. Tentado infinitas veces por los productores cinematográficos de la soleada California, cedió al fin y aterrizó en Hollywood.
Allí, en la meca del cine, siguió siendo un grandísimo actor, pero nunca se integró en el star-sistem imperante, ni aceptó los tiránicos dictados de la industria. Fue como una mosca en un plato de leche. No quiso saber nada del célebre glamour hollywoodiense, ni tomó parte en la escandalosa vida nocturna de las fulgurantes estrellas de la pantalla.
Y a pesar de todo eso, Paul Muni obtuvo el respeto y el reconocimiento unánime por parte de las gentes del cine. Lo obtuvo también a pesar de su carácter huraño e irascible. La mejor prueba de ello fue el clamoroso éxito de Scarface, el terror del hampa, donde Muni realizó una magistral interpretación. Precisamente os brindamos el enlace para visionar el trailer de este magnífico film, estrenado en 1932 y dirigido por el genial Howard Hawks.
Haced clic en la carátula, y que os aproveche.


Próxima entrega: Mryna Loy y William Powell



viernes, 13 de mayo de 2016

RAYOS CÓSMICOS, UN MISTERIOSO BOMBARDEO


En 1912 el investigador austriaco Victor Hess descubrió la existencia de los rayos cósmicos mientras realizaba experimentos a bordo de un globo aerostático. Hoy en día, más de un siglo después, estas partículas que constantemente nos bombardean desde el espacio exterior, continúan envueltas en el misterio. La velocidad de la luz en el vacío es de unos 300.000 Km por segundo, pero en nuestra atmósfera, la luz viaja a una velocidad ligeramente inferior. Los rayos cósmicos adquieren al atravesar la estratosfera una velocidad mayor que la de la luz en el medio atmosférico, así que emiten una onda de choque por un fenómeno similar al estallido sónico que producen los aviones cuando superan la velocidad del sonido. En el caso de los rayos cósmicos la onda de choque es lumínica, se producen unas luces de un intenso color azul, que aunque no pueden apreciarse a simple vista, pueden ser registrados por diferentes ingenios ópticos y fotográficos. Esta luz, llamada luz de Cherenkov en honor al físico soviético que la descubrió, pasa por ser el azul más hermoso que existe. No podemos verla porque el destello dura apenas una millonésima de milisegundo, que para que os hagáis idea, es lo que tarda en tocar el claxon el automovilista que tenemos detrás cuando el semáforo se pone verde.

Pero, ¿qué son en realidad los rayos cósmicos? Por lo que conocemos sobre su naturaleza, la mayor parte (en torno a un 90%) son protones, el 9% son núcleos de helio, y el 1% restante son núcleos de otros elementos y electrones. No existe en el universo material alguno capaz de detenerlos o ni siquiera frenarlos. Mientras lees estas líneas, un gran número de rayos cósmicos te están atravesando. ¿Cuántos? Es difícil dar una respuesta siquiera sea aproximada. Sabemos que en los lugares elevados se detectan más rayos cósmicos que a nivel del mar. A bordo de un avión la cantidad de ellos a los que estamos expuestos se incrementa notablemente. Como nadie puede estar seguro de que resulten totalmente inocuos, los pilotos y tripulantes de aerolíneas suelen tener un límite establecido de horas de vuelo anuales.


¿De dónde provienen los rayos cósmicos? Hoy día su origen sigue siendo un misterio. Según ciertas teorías, los rayos cósmicos se formarían en los mismos lugares que los rayos gamma. Puesto que los rayos gamma (lo mismo que la luz) carecen de carga eléctrica, no son desviados por ningún campo electromagnético. Por consiguiente, cuando vemos que los rayos gamma provienen de un lugar concreto, realmente provienen de allí, y de ningún otro lugar, lo mismo que la luz que emite determinada estrella proviene de esa estrella precisamente. Si aceptamos esta hipótesis, tanto los rayos gamma como los rayos cósmicos provendrían de algunas de las explosiones más violentas del universo, las que dan lugar al nacimiento de una supernova. Un acontecimiento verdaderamente asombroso. También se sospecha que otros rayos cósmicos podrían provenir de las explosiones ocurridas cuando algún objeto es “tragado” por los agujeros negros supermasivos que parecen existir en el centro de algunas galaxias.
El viejo profesor Bigotini tenía la costumbre de subir a la azotea de su laboratorio, para ser atravesado por millones de rayos cósmicos. El pobrecillo creía que así se cargaba de energía. Abandonó este hábito cuando una noche un protón desintegró uno de los pelos de su poblado bigote. Todavía tiembla al recordar aquel fulminante destello azul.

Un experto es alguien que te explica algo sencillo de forma tan complicada, que te hace pensar que la confusión es culpa tuya. William Castle.



martes, 10 de mayo de 2016

EL DIVINO AUGUSTO Y SU RES GESTAE


Nacido en 63 a.C. como Cayo Octavio Turino, el que estaba destinado a ser dueño y señor del mundo civilizado de su tiempo, cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano, al ser adoptado por su tío abuelo, Julio César. Tras el asesinato de su mentor, el Senado de la todavía entonces República de Roma le concedió el derecho a utilizar el cognomen de Augusto, título que a partir de él heredaron sus sucesores de aquel recién nacido Imperio Romano.
Así pues, Cayo Julio César Augusto se convirtió en emperador, inaugurando en Roma una larga tradición de veneración al monarca, que llevó a divinizar su figura. Augusto fue el primer dios viviente sobre la faz de la Tierra. Su leyenda se extendió por todos los confines del Imperio, y su estatua se convirtió en el más extendido objeto de culto. Todo un clásico de la iconografía, con el índice de la mano derecha levantado hacia el firmamento, reproducido en todos los tamaños y en diversos materiales, hasta el último rincón del mundo romanizado.


Permitidnos que hoy en Bigotini pasemos por alto su gigantesca figura histórica y política, para centrarnos exclusivamente en su faceta literaria, acaso la más desconocida, precisamente por ser tan escasos los materiales de que disponemos para glosarla. Biblioteca Bigotini os ofrece una transcripción bilingüe de la Res Gestae, la inscripción tallada en dos pilares de bronce que se erigieron frente a su mausoleo. Si aceptamos el testimonio de Tiberio, su sucesor, la mayor parte del texto debe atribuirse al propio Augusto, siendo esta por consiguiente, su única obra literaria conocida. Haced clic en la ilustración y asombraos con la lectura de los hechos del divino Augusto. Puede que encontréis el tono acaso demasiado grandilocuente, pero pensad que probablemente no hubo ni antes ni después de él, un personaje más poderoso e influyente.

Cuando veas a un gigante, examina la posición del sol. Podría ser la sombra de un pigmeo. F. von Hardenberg.



viernes, 6 de mayo de 2016

SIDA, MOSQUITOS Y JERINGUILLAS


Hace años las autoridades sanitarias pusieron en marcha una campaña informativa sobre el sida titulada Si da, No da. Estaba encaminada a desterrar algunas falsas creencias en torno a los mecanismos de contagio de la enfermedad. Quedaba claro que sólo existen tres posibles medios de transmisión: el contagio de la madre al feto a través de la placenta, determinadas prácticas sexuales de riesgo, y la transmisión a través de la sangre o los productos sanguíneos, mediante transfusiones o uso de jeringuillas y agujas infectadas. Por el contrario, otras actividades carecen por completo de riesgo, entre otras, el contacto físico (besos y abrazos), compartir comida o cubiertos, y las picaduras de insectos. Este último supuesto, el de las picaduras, suscitó no pocas dudas entre el público, como las había suscitado en la comunidad científica antes de que se conocieran en profundidad las características del virus VIH y sus mecanismos de transmisión. En efecto, parecía lógica la siguiente pregunta: ¿por qué un mosquito que se alimenta de sangre, no actúa en este caso igual que una aguja hipodérmica?

La respuesta es bien sencilla. En el caso de las agujas, el virus se une a las células T de nuestra sangre, y comienza a replicarse. Ocurre que la célula T humana es un huésped muy específico del VIH. Sin embargo, cuando un mosquito se alimenta de la sangre de una persona con sida, el VIH penetra en las vísceras del mosquito, que no contienen el menor rastro de células T humanas. Por lo tanto, el virus no encuentra ningún huésped que le permita replicarse, y acaba siendo destruido por el sistema digestivo del mosquito. Se acabó el virus del sida. Así de simple.


Si recordáis el artículo que en este blog dedicamos a la malaria, las cosas ocurrían de muy distinta manera, pues en ese caso el mosquito es un huésped imprescindible para el parásito que causa la enfermedad. De hecho, el parásito de la malaria o paludismo sobrevive en el interior del mosquito, se multiplica en sus vísceras y madura hasta convertirse en un peligroso agente infeccioso cuando ese mismo mosquito pica a otra persona aun no infectada. Sin embargo, como hemos visto, el VIH desaparece en el intestino del mosquito antes de que vuelva a picar a nadie. De esta forma no se transmite a la siguiente víctima del insecto.
Como es un monigote y no tiene sangre, al profe Bigotini nadie puede transmitirle ninguna enfermedad. A pesar de todo, no es muy amigo de los mosquitos, os lo aseguro.

Vivid intensamente, no temáis nada, y os sonreirá el triunfo. Winston Churchill.



martes, 3 de mayo de 2016

AL RAZI, EL PERSA UNIVERSAL


Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya al-Razi, a quien algunas veces se mencionó en textos latinos como Rhazes o Rasis, nació en Persia, muy cerca de la actual Teherán, en 865. Su saber enciclopédico y sus grandes aportaciones a las ciencias le convierten en uno de los sabios más importantes y universales del mundo prerenacentista. Fueron cruciales sus aportaciones a la medicina, la física y la química. Como médico Al-Razi destacó por sus amplios conocimientos de la medicina griega, que enriqueció con las aportaciones de la farmacología árabe. En química se le atribuye la invención del alambique, la destilación del petróleo para obtener queroseno, y el descubrimiento del ácido sulfúrico.

Aunque en el mundo islámico está muy extendida su pertenencia al movimiento filosófico y religioso mutakallimun, lo cierto es que de sus textos se desprende un gran racionalismo y lo que hoy podríamos llamar un pensamiento liberal. Al-Razi trabajó y enseñó en la célebre Casa de la Sabiduría de Bagdad, donde al parecer poseía un gran laboratorio al que se consideró como el mayor y mejor dotado de su época. Es proverbial su fama de hombre compasivo. Trató a todos los enfermos que llegaban a él, sin hacer distinciones de clase social o de riqueza, y el número de sus alumnos y seguidores llegó a ser tan grande, que sus clases y disertaciones debieron realizarse a menudo al aire libre, pues no existían aulas capaces de contener tan gran número de asistentes. En el Irán moderno se le tiene por un héroe nacional. Cada 27 de agosto se conmemora el día de Al-Razi, y en Teherán, uno de los centros científicos más prestigiosos lleva el nombre de Instituto Razi.


Se le atribuyen cerca de doscientas obras, destacando su gran enciclopedia médica, en 22 volúmenes, un manual de medicina dedicado al célebre soberano samánida Al-Mansur, un opúsculo sobre la viruela y el sarampión, un ensayo crítico sobre Galeno, los Aforismos del médico nómada, su Medicina de reyes, y hasta un curioso Libro para quien no tiene acceso a un médico, que parece el antecedente islámico de la moderna práctica del autodiagnóstico por internet. Al-Razi fue también un pionero de la psicología y la psiquiatría, siendo su hospital uno de los primeros que contó con una sección destinada a acoger enfermos mentales. En neurología Al-Razi identificó y describió siete nervios craneales y treinta y uno espinales. Su descripción de la viruela aparecía en la Enciclopedia Británica en fecha tan tardía como 1911.

Nuestro hombre fue también un adelantado en el reconocimiento de los procesos alérgicos de causas ambientales. Se ocupó ampliamente de las rinitis estacionales, el asma alérgico y la fiebre del heno. Asimismo estudió con gran detenimiento el sentido del olfato. El profe Bigotini, con su enorme narizota, no puede hacer otra cosa que venerar a Al-Razi, este gigante de la ciencia, con inusitado fervor.

Hay tipos tan pobres, que lo único que tienen es dinero.