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martes, 10 de mayo de 2016

EL DIVINO AUGUSTO Y SU RES GESTAE


Nacido en 63 a.C. como Cayo Octavio Turino, el que estaba destinado a ser dueño y señor del mundo civilizado de su tiempo, cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano, al ser adoptado por su tío abuelo, Julio César. Tras el asesinato de su mentor, el Senado de la todavía entonces República de Roma le concedió el derecho a utilizar el cognomen de Augusto, título que a partir de él heredaron sus sucesores de aquel recién nacido Imperio Romano.
Así pues, Cayo Julio César Augusto se convirtió en emperador, inaugurando en Roma una larga tradición de veneración al monarca, que llevó a divinizar su figura. Augusto fue el primer dios viviente sobre la faz de la Tierra. Su leyenda se extendió por todos los confines del Imperio, y su estatua se convirtió en el más extendido objeto de culto. Todo un clásico de la iconografía, con el índice de la mano derecha levantado hacia el firmamento, reproducido en todos los tamaños y en diversos materiales, hasta el último rincón del mundo romanizado.


Permitidnos que hoy en Bigotini pasemos por alto su gigantesca figura histórica y política, para centrarnos exclusivamente en su faceta literaria, acaso la más desconocida, precisamente por ser tan escasos los materiales de que disponemos para glosarla. Biblioteca Bigotini os ofrece una transcripción bilingüe de la Res Gestae, la inscripción tallada en dos pilares de bronce que se erigieron frente a su mausoleo. Si aceptamos el testimonio de Tiberio, su sucesor, la mayor parte del texto debe atribuirse al propio Augusto, siendo esta por consiguiente, su única obra literaria conocida. Haced clic en la ilustración y asombraos con la lectura de los hechos del divino Augusto. Puede que encontréis el tono acaso demasiado grandilocuente, pero pensad que probablemente no hubo ni antes ni después de él, un personaje más poderoso e influyente.

Cuando veas a un gigante, examina la posición del sol. Podría ser la sombra de un pigmeo. F. von Hardenberg.



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